En 2020 todavía nos quedarán 5 años para terminar de pagar la deuda de armamento contraída "ayer " por España. ¿Te apuntas?

domingo, 25 de noviembre de 2012

Gente de fe

Visto lo visto, no hay duda de que somos personitas de fe. Creemos en todo lo que nos digan. Especialmente si sale de algunos sitios. Las letras del periódico son sagradas y las noticias de las nueve un hito necesario en el día para saber toda la verdad.
De vez en cuando nos enteramos de que un científico, con su bata, sus gafas y sus años y años de investigación, ha descubierto que el átomo se puede trocear todavía un poco más. Pero dime ¿tú lo has hecho en casa? Compraste una caja de cereales y detrás te explicaban cómo partir un átomo, con la ayuda de tus padres ¿verdad? Así que como aquel científico lo descubrió, tu te hes puesto a ello también y has visto que es verdad ¿no?
No. Lo cierto es que no.
Basta con que te digan que hay partes más pequeñas que el átomo y lo acompañan con unos esquemas, y tu dices pues sí. Que te hablan de que en el centro de la tierra hace un calor de mil demonios y lo dibujan de rojo incandescente. Pues claro. Que comentan que en Alemania hay trabajo. Dónde si no. Que el ártico se derrite. Se derrite, claro está. Que en Afganistán hay muy mala gente escondida debajo de las piedras. Seguro. Que dicen que en España sólo hay un 30% de fracaso escolar. Nada más. Seguro. Que la economía se empieza a recuperar. ¡Si lo noto hasta yo!

Así que no me lo podéis negar. Nuestra fe es inquebrantable. Con que nos lo cuenten lo creemos.
Sin embargo, y esto es lo curioso, hay algo que no terminamos de creernos. No nos convence del todo eso de que haya un Creador de todo esto. No tenemos problema en tragarnos verdades y mentiras como puños. Verdades y mentiras que están aquí, a nuestro alcance. No queremos asegurarnos de si un electrón existe o no realmente. Nos vale con creer porque necesitamos creer...
Pero a ese Otro. Ese es otra cosa. Y le exigimos mil pruebas de su existencia y estamos para arriba y para abajo con que si existe o si deja de existir... Y como no se molesta en demostrárnoslo. Nosotros, a dudar.

Así que mi conclusión es que somos raros. Usamos la fe para lo que no hace falta fe y se nos ha gastado cuando más tendríamos que usarla.
¡Incorregibles!

sábado, 3 de noviembre de 2012

Algo que decir

Cuando empecé a andar por este mundo que no existe más que en las placas base de unos ordenadores que no sé dónde estarán, Cuando empecé este blog, lo hice con mucho temor. 

Temor por cada palabra que escribo cada vez que escribo. Temor a hacer daño a alguien con mis palabras y temor a faltar a la verdad. Aunque sobre verdades está el mundo lleno. Temor también a no cuidar la libertad de expresión que debemos compartir. 

Haciendo un paréntesis, visto lo visto, al ponerle apellidos a la libertad (de expresión, en este caso) parece ser que diluye el significado de la primera palabra; Libertad. Y yo crecí aprendiendo que mi libertad acaba donde empieza la del otro. Parece que a la hora de escribir y publicar en general, eso no hace falta tenerlo en cuenta. 

Pues bien. Hablaba yo del temor a fallar en cada palabra que escribo por estos lares. Que el mundo está lleno de personitas que lo querrán leer y he de tener mucho cuidado. 

Y confieso que si, que en este 2020 mio escribo lo que se me pasa por la cabeza o por el corazón, según se tercie y en gran medida puede que no le interese a nadie más que a mi. Que si, que no tengo más objetivo con este lugar que hacerlo por placer y por aprendizaje. 


El caso es que más allá de este objetivo utilitario que acabo de mencionar, lo comencé y lo hago porque creo que tengo algo que decir. En realidad, como cualquier hijo de vecino que se mire un poco las entrañas y le pique el gusanillo. Y yo, que pisaba las teclas de mi ordenador como si fueran tierra sagrada al formar palabras, frases, entradas en este blog, me encuentro con que, sin embargo, la prudencia puede muy bien brillar por su ausencia en cualquier rincón. 

Que igual que al parecer está permitido desbarrar ortográfica y gramaticalmente en toda comunicación que sea tecleada, hemos dado un paso más. Ahora también está permitido cometer todo tipo de faltas de prudencia, juicio y belleza, al hacer un blog, una página o tan sólo un miserable correo. 

No se si he sabido volcar en estas palabras mi tristeza y mi enfado al encontrar cosas así una vez más. Pero para no dejaros también enfurruñados y por no citar esos lugares que he encontrado (por indicación de algún amigo o por un correo en mi buzón) y que me parece que no son ni prudentes, ni respetuosos, ni bellos, si quiero invitaros a otros lugares que me parecen dignos de ser visitados, al menos de vez en cuando. 

Y por último una invitación. Quien sienta que tiene algo que decir, que sepa que no lo puede decir de cualquier manera ni en nombre de cualquiera. Por amor al Arte.

jueves, 1 de noviembre de 2012

El día de difuntos de 2012

El viento que limpiaba el cielo esta mañana nos acompañaba en nuestro camino hacia el cementerio. El día estaba claro. Claro día de otoño que envuelve fríamente todo. No nos arrojaba a la calle una súbita melancolía como a Mariano en 1836. Ni el cielo oscuro y sombrío se cernía sobre nosotros. No era pesimismo lo que veíamos entre los mármoles. No estamos en 1836 sino en 2012. Una linea de autobús atraviesa el camposanto y la policía municipal ordena la entrada y salida de coches y peatones. El interior del cementerio parecía un mercadillo de flores y sepulturas perpetuas. 

Pero nada ha cambiado. Llegamos hasta el cuartel 251 del cementerio. Allí, sobre lápida de granito, las letras que forman sus nombres son la última certeza física de que nuestros muertos estuvieron con nosotros. Y para nosotros, aún lo están. 


Esas letras metálicas, más perdurables que la carne y el hueso, son la conversación inacabable con los que nos han precedido. No en la impersonal historia de la humanidad, sino los que nos han precedido en nuestra mesa camilla, en nuestra cocina. En nuestras navidades. En nuestros aniversarios. En nuestras películas de Súper 8. 

Esta gente, que se va haciendo humus bajo un espacio lleno de hermosas esculturas, románticas hiedras, forma parte de la misma historia que formamos nosotros. Somos herederos de su vida. No de sus casas ni de sus ahorros; de su vida. 

Al fijar la vista sobre estas letras que hablan de personas y de fechas sobre una piedra arrancada a la montaña, uno piensa que más que origen de alguien es fruto de alguien. Somos hijos. Todos lo somos. 

Pensaba también que yo terminaré algún día en este mundo siendo letras metálicas sobre ese granito de la sepultura familiar. Recuerdo a mis antepasados; lo que puedo recordar de ellos. Pienso que han sido maestros para los que íbamos después y me pregunto ¿y ahora yo? 

Pienso en las ocasiones en que me he enfrentado a ser maestro, modelo de algo, y solo puedo ver claramente que no soy más que un instrumento. Una herramienta en el exacto equilibrio de su uso. Que soy una sola letra en el texto negro sobre el blanco de la página de un libro. Que confundir ser padre con ser modelo es querer ser herramienta, mano y obrero. Ser letra, capítulo y autor al mismo tiempo. 

¿Así que, si voy a acabar ahí, solo debo dar a mi pequeño techo, comida y amor hasta que acumule reservas suficientes para valerse por sí mismo? ¿Soy sólo su Cicerone? 

Si no puedo ser más modelo que la casualidad de mi vida. Pero no soy tan solo su tutor, su niñera, ¿Qué soy? 

Viendo este mar de lápidas, ¿seré solo parte de esa cadena que empezó al principio del tiempo? Si sólo fuera un eslabón de esa cadena, lo más precioso entonces es el eslabón que me precede y aquel que ahora va después. 

Pero ¡qué curioso, qué inútil, qué maravilla! Somos parte de una tensa cadena que no amarra más que a sí misma. El Autor de esta divina idea que no sirve para nada más que para prolongarse y ser, ha querido hacernos así, no como un pasatiempo, sino para tener dónde fijar su mirada. 

Ser padre debe ser empezar a querer que la gloria del nombre de uno no dure más que sus huesos. Ser solo herramienta en el exacto equilibrio de su uso. 

De Mariano y su melancolía ya hablaremos en otra ocasión. Hoy es día para acordarse de la vida y mirar con perspectiva el pasado, para ver el futuro con mejores ojos con que lo vió Mariano.