En 2020 todavía nos quedarán 5 años para terminar de pagar la deuda de armamento contraída "ayer " por España. ¿Te apuntas?

miércoles, 9 de octubre de 2013

Extraños en un bar (Visite nuestro bar IV)

Suena la campanilla de la puerta, aparece tras ella un hombre con gabardina y bigote. Y yo que hoy me he levantado risueño y espabilado, le sonrío cuando se acerca al mostrador y le digo ¡buenos días! y él me devuelve el saludo. O eso creo. Solo dice un-café-con-leche. Y como mi angelical ¡buenos días! se ha mezclado con su café con leche, pues pone peor cara aún y me repite un-café-con-leche. Así, ya estamos. Saludados todos, no hay más que hablar.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Vete al cuerno, decía mi hermana

Faltan menos de veinticuatro horas para saber si Madrid será la sede de los juegos olímpicos del año 2020. O sí lo será Tokio o Estambúl. Hoy a mediodía el noticiero de la televisión estatal ha dedicado más tiempo del habitual, mucho más tiempo del habitual, a hablar de cosas convertidas en noticias entorno a la candidatura de Madrid para el año 2020. Sacando los colores, como no, a las otras dos ciudades aspirantes, pero sin encontrar mancha alguna en esta inmaculada ciudad, ideal para unos juegos olímpicos, por supuesto. 

Y claro, es noticia porque es muy importante para nosotros los españoles por aquello del parné que nos vamos a embolsar, se supone, si somos sede. Y como estamos agobiadillos con las deudas que vencen y no dejan de vencer, pues nos vendría de perlas. Por eso ahora el deporte es sanísimo y buenísimo incluso aunque no sea fútbol. Y porque Madrid es un ejemplo de acogida y multiculturalidad. Porque las olimpiadas son la concordia y el esfuerzo hechos vida. Y porque en unas olimpiadas reina el entendimiento entre los países competidores. En fin, por muchas cosas, es noticia. 

Pero ya ves, que tontería. Me ha dado por pensar que a lo mejor, y digo a lo mejor, había cosas más importantes de las que hablar. No sé. Se me ocurría, por ejemplo, que en la antigua Leningrado están ahora reunidos los veinte empollones de la clase para decidir qué hacer con un montón de cosas que al final son un montón de millones de dólares. Y que en Fukushima las aguas del mar están un poco turbias porque se les han caído unos litros de agua pesada o algo así. Y recordaba que en Egipto, que ya no está de moda, habían tenido discusiones muy gordas por que si mandas tu o mando yo y todavía no lo tenían claro. También que se había puesto de moda otra vez hablar de Siria y parece que los empollones de la clase están discutiendo también de eso, de si les dicen algo o no. Porque se han portado muy, muy mal. Los que disparan, claro. Y por eso Francisco había pedido a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que rezáramos por la paz. Pero todo esto no tiene importancia. 

la ciudad de Homs después de dos años de guerra
En fin, que mañana sábado, no sé si tendré otra cosa mejor que hacer que estar atento a ver si mi ciudad es o no es sede de los juegos. Creo, sin lugar a dudas, que es lo primero. Que lo demás no importa demasiado. Que el canal público de la tele se tiene que dedicar a esto de las olimpiadas y a nada más. Por supuesto. 


Ahora, el siguiente párrafo es sólo para decir que últimamente me dicen que no estoy muy fino con esto de la ironía. Así que, por si soy lo suficientemente mediocre como para que no se me haya entendido, quiero aclarar que todo lo que he escrito en párrafos anteriores es con una gran dosis de eso, de ironía. Y que se vayan al cuerno los juegos olímpicos convertidos en negocio. No digo a Tokio ni a Estambul, pobrecillos, sino al cuerno. Que no se dónde está eso pero debe oler muy mal.

jueves, 22 de agosto de 2013

Toda tierra es sagrada

“Toda tierra es sagrada si en ella descansa el cuerpo de un alma noble y bella”
Este es el epitafio de una de las lápidas que he visitado esta mañana. La casualidad, o no, ha querido que en mi paseo matutino con mi primogénito anduviésemos por la avenida de Daroca (en Madrid, España) y de pronto me encontrara entre los muros de un cementerio y otro; El cementerio del Este conocido popularmente como de la Almudena, y un apartadito de este mismo que se construyó para quienes no profesaban por aquél entonces el credo católico.

El caso es que adentrándome entre los singulares personajes que allí habitan y viendo nombres y recuerdos, fechas y esculturas, unas cuantas cosas me han llamado la atención. Una de esas cosas casi me hace titular esta entrada con desalentadoras palabras, algo así como “El cementerio del resentimiento”.

Y es que en el recoleto mausoleo que nuestro presidente Francisco Pi y Margall adquirió allá a principios de siglo XX, después de bellas palabras que glosaban todos sus quehaceres en vida, la piedra estaba rematada por unas palabras de lo más cenizas;
“¡España no habría perdido su imperio colonial de haber seguido sus consejos!”

Yo no sé si él mismo encargó al marmolista estas palabras. Si lo hizo su afligida esposa o sus afligidos diputados. Y tampoco digo que no fuera cierto el aviso. Pero yo lo he visto hoy ciento doce años después y pienso que, bueno, que el estupendo imperio colonial que teníamos, pues verás, que... antes o después... Vamos que hoy en día no tiene colonias, así grosso modo más que Francia, Inglaterra y los EEUU, y para no dejar de ser más chulos que un ocho, no por otra cosa.

Pero que no quiero hablar de las colonias. Que lo que quiero decir es que bueno, que digo yo que ya está la eternidad para poner las cosas en su sitio ¿no?

Por eso al final he querido titular esta entrada como lo he hecho. Y es una lástima que no haya sacado una instantánea. Que aquí en vida le ponemos nombre, etiqueta, categoría, frontera, departamento, muros, clasificación, … a todo bicho viviente y sin embargo al final, y cuando digo al final me refiero al final del todo, toda tierra es sagrada si en ella descansa el cuerpo de un alma noble y bella y no hay más que hablar.

viernes, 9 de agosto de 2013

Benidorm y el mar

Ayer mismo escuchaba en las noticias, ya de vuelta a la capital del reino, que nos hemos zampado algo así como la mitad de la costa a base de pisitos y pisitos en primera linea de playa. Bueno ya veo que no soy muy exhaustivo dando la noticia, Pero seguro que Greenpeace lo dice mejor. 
No me voy a extender mucho en este tema. Solo lo cito para que os hagáis una idea, los incultos en la materia, de lo que significa un lugar como Benidorm. Municipio de Alicante. Allí, como muestra, se alza la inacabada torre de viviendas más alta de Europa. Ese honor tenemos. La torre se llama Intempo. Han tenido que ir a buscar el nombre a la eternidad porque en este pueblito cualquier edificio de tres plantas que en Madrid pasaría por ser de protección oficial, aquí tiene nombre. ¡Y qué nombre! Acapulco, El Greco, Azor, Velázquez, Copacabana... Vamos, la costumbre de los setenta y nada más. Pero vale de hablar de arquitectura, que vengo a hablar de algo más elevado, por más que allí cualquiera viva en un piso veinte. 

Observaba una mañana el mar. Aún las sombrillas no han tapado del todo la arena de la playa. Aún se escuchan esas olas. Las que se encrespan y nos hacen volar. Las pequeñas, que se mezclan con la arena, la revuelven y después se van. Un mar que nunca deja de estar ahí, junto al mundo. Viene y va. Uno puede estar a medio metro de su espuma o a trescientos kilómetros pero siempre que mire al lugar adecuado, allí está el agua inmensa, esperándole. 
Y pensaba, mirando alternativamente al mar y hacia los pisos; Es tal su magnetismo y la fascinación que nos provoca, que intentando estar cerquita, hacerlo nuestro a cada instante y en cada lugar, sin querer, nos pasa que al final construimos lugares como éste. Que intentan atrapar el mar sin conseguirlo convirtiendo el lugar en una Babel y aún así sigue siendo imposible llegar a él. Hacerlo dócil. Él siempre está ahí, pero siempre a su manera y no a la nuestra. 
Benidorm en sus años mozos

Tal vez se nos ocurra entonces todo lo contrario; aborrecer lugares como este pueblin de rascacielos y llevarnos tan solo nuestra hamaca a la orilla de la playa. Así, sin nada más, querer vivir cara al mar. Querer estar ahí para oírlo y contemplarlo siempre. 
Me da, sin embargo, que haciendo esto sólo conseguiríamos tener el agua en nuestra retina y su espuma en nuestros tímpanos pero no podríamos tener el mundo en nuestro corazón, porque lo tendríamos siempre a nuestra espalda, sin querer vivir ni tierra adentro ni mar adentro. 

¿Qué significa todo esto? Bueno, pues para los aficionados a las metáforas, sustituid al mar por Dios. Contempladlo como lo hacéis con las olas, la espuma y el horizonte. Daos un tiempo. Tranquilos. 

Ahora, cambiad Benidorm o cualquier pueblo que conozcáis y que haya abusado brutalmente de su costa, por el Hombre; que cuando encuentra algo bueno, algo que le supera, que le desborda, opta por ser sabio y respeta su inmensidad. U opta por intentar domesticarlo. Le hace paseos marítimos, palcos en primera linea de playa, arena fina, bandera verde, muelles deportivos, torres Intempo... 

Pero siempre hay una orilla que no vamos a superar por más que queramos, a menos que optemos por dejar de ser hombres; que Él no va a dejar de ser quien es.

lunes, 4 de marzo de 2013

Y renuncia

No voy a zambullirme en exceso en polémicas. Vamos, que ya meto un poco las piernecitas en ellas. Pero tal vez no quiero más mojarme, por ahora. El caso es que ésta mañana he oído algo que me ha hecho pensar.
Ya saben ustedes que desde el pasado día veintiocho en todo el orbe de la cristiandad estamos como huérfanos después de hacerse efectiva la renuncia del Papa.
Y digo renuncia, que aunque lo clásico en este caso ha sido siempre que el primado de la Iglesia Católica aceptara el cargo hasta que la muerte nos separe, esta vez ha sido distinto.
Qué hay detrás de una renuncia de este calibre, no lo sé. Y no me negaréis, creyentes y no creyentes, que una renuncia así tiene cierto calibre. Y por esto, porque no quiero entrar en qué puede haber detrás, es por lo que recordaba que no soy mucho de hacer polémica salvo que me la sirvan en bandeja. Y no es éste el caso.
A lo que voy, dejando atrás posibles intrigas y tejemanejes de la curia, es a que este suceso, esta decisión del pontífice, desde que la conocí, me ha hecho pensar.
Pensar en que, de buenos o de malos, de blancos o azules, de unos u otros, esta figura es la de un líder mundial. Y renuncia.
Que en el mundo en que se mueve, que este hombre diga que no puede afrontar el trabajo que le espera es inusual. Y renuncia.
Que en esta historia que nos toca vivir, no es corriente que un personaje de la vida pública admita que ha sentido la debilidad. Y él, renuncia.

Y esto pensaba. Que aun cuando podamos tener discrepancias creyentes y no creyentes, hay una cosa que para mi salta a la vista por encima de otras cuestiones. Que nos parece todo este tema muy digno, muy ejemplarizante, venerable, porque no estamos acostumbrados a que suceda. No hay presidentes de la república, ministros, políticos, grandes empresarios, lideres, en definitiva, de unas u otras tintas, que decidan echarse a un lado porque creen que ya no pueden más. Que otro lo puede continuar con más fuerza.
No creo que el ahora Papa emérito sea perfecto. No lo creo, no porque esté en desacuerdo con él sino porque es persona, como todos. Pero sí creo que es una decisión perfecta la que ha tomado; Dejar sentir la humanidad en su ser y contárselo a los demás. No aferrarse a lo que uno ya no puede sostener con sus manos. Mostrar con o sin miedo dentro de uno que en efecto uno es más pequeño de lo que la lupa de los medios hace creer. Y esto es como pisar tierra sagrada.

viernes, 22 de febrero de 2013

Me cambio de Coca - Cola (Visite nuestro bar III)

Madrid. Última década del pasado siglo. Estamos junto a la barra de un bar–restaurante cualquiera. Hemos entrado ahí, como cada mañana, a tomarnos un bocadillo de lomo y queso y una caña. Todo está en orden. Junto a la entrada la máquina tragaperras, sin nadie que la atienda, emite musiquitas de vez en cuando. Sobre ella un televisor bien grande da el programa de salud de todas las mañanas. Son las once o las doce. Algunos de los habituales en la barra o en las mesas. Los desayunos hace rato que terminaron y los camareros se afanan en recoger antes de que llegue la gente que hace un descanso, como tú que has entrado a tomarte tu bocata. Y a prepararlo todo para el menú del día. 
Pero la puerta se abre. Entra un señor. Vestido con pantalón azul oscuro con sus brillos. Chaqueta también azul muy oscuro y en el bolsillo bordado el logo de una famosísima marca de refrescos de cola. Ha llegado el preventa. Ese hombre que recorre todos los bares de su zona, día tras día, y anota en su libreta lo que al día siguiente se convertirá en una columna de cajas de refrescos en tu almacén. 
Pero hoy no va a ser el día de suerte del hombre de los brillos. Porque detrás de la barra el ambiente está que echa humo. La semana anterior se había cometido un error en el pedido y los almacenes del bar–restaurante están bajo mínimos. Además el repartidor dijo que no se iba, aunque el pedido estaba mal, mientras no cobrara. Y uno que tira, y otro que afloja. Y había transcurrido la semana y de nuevo llega el preventa, con refrescantes intenciones y nada más entrar y acercarse a la barra aparece una mujer detrás –la cocinera- que le dice que no se qué, que no se cuánto y que a que vienen esas exigencias y por fin, para entretenimiento de los parroquianos allí concurridos, suelta la frase que da título a esta entrada. ¡Me cambio de Coca – Cola! 

Qué pensó el preventa, no lo sé. Aunque puedo imaginarlo. Pero aquí no se dicen palabrotas. Qué pensaron los clientes, lo ignoro. Pero el caso es que el tema daba de sí para comentarlo dos días más. Pero lo que tu piensas, ahí, tan cerca de la tragedia y con tu lomoqueso entre las manos, es si has oído bien o no. 

Señora, qué quiere que le diga -dice el antedicho preventa- yo no puedo hacer nada, pero usted verá... 

Hay nervios e improperios que no salen de los labios. Hay miradas. Hay silencio entre las mesas donde hasta hace un momento se hacían conversaciones. Cejas arqueadas, manos sudorosas. Se discute, se sofocan. Se escucha al doctor Sanchez-Ocaña dar consejos por la tele. Y al final el preventa se va. El caso es que se va. La cocinera vuelve a su cocina. Y tu, que arrugas la servilleta después de haberle dado el último mordisco a tu bocata, lo has visto todo. E ibas a pagar pero te esperas, no vaya a ser que te pierdas algo. 

Por fin, cuando las aguas han vuelto a su cauce y la vida sigue tras el espectaculito, una cabeza tímida y temblona se asoma por la puerta del pasa a la cocina. Es el camarero el que se asoma y le dice a la cocinera, aún sin aire; 

Pero mujer, como le dices eso. ¿No ves que no hay más tu tía que seguir con estos? ¿Que no hay otra Coca-Cola? 

¿Cómo que no hay otra Coca-Cola? 

Que no la hay, como lo oyes.

sábado, 9 de febrero de 2013

Está todo decidido

(Hoy he visto las noticias y ya está todo decidido. Hace unos meses que tenía pendiente una entrada con este tema. Hoy ya está decidido. Ya puedo hablar.)
Veía en la pantalla del ordenador al presidente de casualidad de nuestra comunidad autónoma en rueda de prensa conjunta con un pollo yanqui. Este pollo era el representante de la empresita que montará en los eriales de Alcorcón un complejo estupendo de juego, hoteles y demás cosas que luego vendrán, fundamentales para el ser humano. 
Ya lo han pensado ellos dos y ya está todo dicho así que nada. Esto va a ser un no parar de puestos de trabajo. ¡Qué bien! 

Pero de pronto me he sentido en la piel de otro. Me he sentido en el pellejo de un joven de Abidjan viendo llegar los contenedores de la Nestlé para llenarlos de cacao y largarse. He pensado que era un chico de Mato Grosso al borde de la BR163 contemplando hermosos campos gigantescos de soja de Maggi donde antes había selva... 
Me imaginaba que podía ser un tipo de Bukavu y ganar diez dólares a la semana por rascar un poco de Tantalita para tu estúpido Apple. 

He visto que por fin, merced de las estupendas cifras de paro y demás calamidades que sufre nuestro país, ingresamos en el círculo de esos lugares en el mundo en que un pollo llega y dice lo que hay que hacer y a los que estaban allí parece que les parece todo bien. Ya estamos en la estela de Costa de Marfil, Brasil o la República Democrática del Congo. Ya tenemos el orgullo de ver desfilar millonarios en nuestras tierras con poder para cambiar las leyes y que se cumpla su voluntad. 

Y si me he sentido en otra piel ha sido por sentirme como ellos, víctima de un par de estúpidos que pueden decidir hacer tal o cual cosa por el bien de sus bolsillos y venderlo como puestos de trabajo. Y eso está estupendo. Es estupendo porque crea empleo. Da igual que sea discutible la moralidad o la legislación en el negocio de Las Vegas Sands, como da igual que Cargill tale el Amazonas para plantar su desgraciada soja y alimentar los pollos de McDonald's. Da igual que se pudra el cacao de los productores de Costa de Marfil porque Nestlé revienta precios con su propia producción en tierras robadas. Y da igual que tengamos más dispositivos electrónicos de los que necesitamos, pero en el río Kivu haya tantos muertos como muertos resultan de la extracción de un kilo de coltán, entre unas cosas y otras. 

Y es que es cierto; si siempre nos ha dado más o menos igual todo eso que sucede lejos de aquí, ahora, ha de darnos igual lo que nos expriman por unos cuantos miles de empleos. Debemos seguir tranquilos.

sábado, 2 de febrero de 2013

Alto jornal

Así se titula el poema que he recordado cuando volvía hoy de trabajar. Hecho un guiñapo y disfrazado de loncha de panceta, incluso así, era capaz de pensar en cosas bellas.

Así que como al llegar a casa lo he releído quería compartirlo con ustedes.
Hoy, precisamente viernes.

Dichoso el que un buen día sale humilde
y se va por la calle, como tantos
días más de su vida, y no lo espera
y, de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto
y ve, pone el oído al mundo y oye,
anda, y siente subirle entre los pasos
el amor de la tierra, y sigue, y abre
su taller verdadero, y en sus manos
brilla limpio su oficio, y nos lo entrega
de corazón porque ama, y va al trabajo
temblando como un niño que comulga
mas sin caber en el pellejo, y cuando
se ha dado cuenta al fin de lo sencillo
que ha sido todo, ya el jornal ganado,
vuelve a su casa alegre y siente que alguien
empuña su aldabón, y no es en vano.

Claudio Rodríguez

domingo, 27 de enero de 2013

Una tarde Charada

Hará unas semanas, una tarde de invierno, llegaba a casa después del trabajo. De vez en cuando me gusta salir a la terraza a pasar revista a las plantas. Ver cómo les va. El jazmín sigue para arriba, el rosal parece un poco pocho, el romero ahí está; Una pequeña dosis de contacto con la tierra. La que no está asfaltada. 
Y así hice aquella tarde, hace unas semanas. Salí al balcón a ver como se convertían en marrones las hojas verdes. Dejé las llaves, el teléfono y lo que llevara en los bolsillos al entrar en casa. Fui directamente al balcón -en mangas de camisa, subrayo- , abrí la puerta, la atravesé y la volví a cerrar. 

Estas cuatro últimas palabras son las que dan pie a esta historia. La volví a cerrar. Así que allí estaba, esa tarde de invierno, que ahora era un poco más fría que hacía un segundo, encerrado en el balcón de mi casa. Sin poder volver adentro. Sin el abrigo, sin teléfono. Sin demasiado tiempo antes de que se hiciera de noche. Al fresco. 
¿Opciones? Muchas. Pero todas un poco locas. Podía saltar a la calle -mi piso es un segundo- Pero esa es una opción que contemplo ahora, en la comodidad de la escritura. En ese momento ni harto de vino. Podía gritar, como un demente, para pedir auxilio. Pero -cosas de la vida- la vergüenza podía más conmigo que las ganas de volver a entrar a mi salón. Además -pensaba- qué le digo a quien me haga caso; “verá, es que he decidido encerrarme en el balcón pero quiero volver a entrar. Suba usted y reviente la puerta de mi casa, porque yo no le puedo dar las llaves y mi señora y el niño están a unas cuantas paradas de metro de distancia”. 
Podía, por último, ver cómo salir de allí sin rasguños ni la ayuda de terceros. Y ahí estaba la solución; saltaría a la ventana de al lado, deslizándome por la cornisa y sujetándome a la tubería que baja por la fachada; como en las películas. 

Así que tanteé el terreno, me armé de valor. El valor que me daba el frío que estaba pasando y el miedo a llegar tarde a la cita que tenía más tarde. Examiné el borde del balcón, examiné la ventana de la habitación de al lado, abierta afortunadamente. Examiné la resistencia de la tubería del desagüe para aguantar mi peso. Examiné la distancia, la altura que, aun siendo sólo dos pisos, me daba vértigo pensando en caerme y partirme la crisma por hacerme el Cary Grant autosuficiente. 
Examiné, por último una bicicleta y un tendedero que me ofrecían múltiples posibilidades para tender un asidero en el vacío y, ya no se ni cómo, en menos de dos minutos después de prepararlo todo, mi trasero estaba firmemente sentado en el alfeizar de la ventana de al lado; ¡prueba superada! 

Al pisar tierra firme de nuevo y dar gracias al Altísimo por haber salido ileso de la aventurita, sólo se me ocurrió una cosa; Que sólo la realidad supera a la ficción. Y que lo que había visto en decenas de películas -la típica escaramuza de una ventana a otra del hotel- podía hacerse realidad en cualquier momento inesperado de mi vida. Así fue. 

Y si no encuentras excusa para hacerlo; si nadie te persigue o no tienes motivos para querer espiar en la ventana del vecino. Si tus divertimentos de ladronzuelo no llegan a tanto, no tienes por qué esperar la ocasión. Haz como yo, querido lector; Abre la puerta corredera de tu balcón, atraviésala y vuelve a empujarla hasta oír un clic. Así ya estarás satisfactoriamente encerrado en tu propio balcón. Ah, y no olvides dejar dentro llaves, teléfono o cualquier otro artilugio del día a día que pueda ayudarte a escapar de la situación. ¡Que lo disfrutes!