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viernes, 20 de mayo de 2011

Hoy estoy triste

Hace unos meses viví una experiencia que me entristeció profundamente. En esta experiencia, en la que había jugoso parné de por medio y al mismo tiempo sucesos que podían interpretarse de maneras completamente opuestas, una cosa sí quedaba clara; La falta de confianza. Me entristeció amargamente ver, escuchar, sentir, que El Otro no confiaba en mi y que ante una negociación se presuponía la mentira, el escondite, el lado oscuro. Y yo no podía hacer otra cosa que decir para mi -pues esas palabras era imposible que salieran en una discusión en la que El Otro hacía tiempo que cerró sus oídos- “aquí estoy, soy yo y no vas a encontrar nada más de lo que ves porque nada oculto” “y como esto no lo crees, más no te puedo dar.”
Y descubrí -a fuerza de aguantar el rimbombante discurso de El Otro- que en efecto él vivía en un medio en el que su modo de vivir o de sobrevivir era contar con la mentira aquí y allá. Utilizarla como herramienta e intentar utilizarla incluso como antídoto de la presunta mentira de los demás. O, peor todavía, de un súbito ataque externo de Verdad.
Aun no puedo dejar de considerar a El Otro como una persona indeseable. Sé que esto va contra mis propios principios, pero hoy por hoy el sentimiento es más fuerte que la razón.
Porque creo que a confiar hay que aprender confiando. Y confiar cuando alguien te ha demostrado su confianza, deja de ser un acto de fe en el de enfrente, que es precisamente lo que significa confiar -fiducia, fides, fe-.
Si, aunque esté de por medio el dinero. 
Hoy de nuevo estoy triste. Creo que por razones parecidas. Porque no confío en Los Otros. El problema añadido ahora es que si siempre que alguien defrauda mi confianza saco del bolsillo para recordarla la idea de que cada ser humano es distinto y merecedor de una oportunidad a cada paso, en esta ocasión ha sido un grupo demasiado grande, poco concreto y voluble como es la ciudadanía de Madrid. No me funciona la idea de que cada persona merece una oportunidad porque en esta ocasión Los Otros son casi todos.
Si no adiestramos a nuestro corazón para que confíe en lo pequeño. En una persona querida en la que el acto de fe casi sale solo, no podemos ir ensanchando, poco a poco, nuestra capacidad de confiar. Y si adiestramos a nuestro corazón para que permanezca alerta ante cualquier interacción con el exterior por si supone un ataque, no seremos capaces de regenerar nuestra capacidad de confiar.
Por eso, porque no confiamos en los que comparten nuestro pan y nuestro día, no podemos confiar en quienes comparten nuestro suelo y nuestras calles.
Por eso esa iniciativa que está consistiendo en salir a la calle a decir que ya está bien de ponernos las cosas difíciles. Decírselo a los que nos gobiernan y a los que tienen la intención de hacerlo ya no es algo auténtico, si es que lo era.
Dice la gente -esa que piensa que nadie mas en el universo es tan experto como ellos y suele tener la clave de todo- que esto es un montaje de unos o que si esto es espontaneo pero se están aprovechando los otros o que si en realidad son aquellos los que querían que bla, bla, bla, bla.
Y yo no me atrevo a creer ni descreer ninguna de las hipótesis porque no he estudiado Ciencias Políticas, ni Administración y dirección de Empresas, ni Sociología, ni Derecho, ni nada de eso, como al parecer deben haber cursado todos cuantos hablan.
Pero lo que si creo firmemente después de estos pocos días, es que las personas que hablan en la televisión, en la radio, en el periódico, en la pantalla del ordenador, en la pantallita del dichoso teléfono -táctil por supuesto, que mal rayo le parta- o mucho me equivoco y espero que así sea o en su mayoría no confían en el Ser Humano. Han olvidado qué bueno es confiar, compadecerse del que está a tu lado, creer en Los Otros.
Y no creo que yo sea ingenuo. Vamos, que casi me atrevería a decir que sé que no lo soy. Pero ante tanto listo suelto, es un peligro andar por ahí.
Por eso hoy estoy triste aunque no me sienta orgulloso de ello.

4 comentarios:

  1. A lo mejor todo esto que ocurre es porque la gente está desesperada deseando poder confiar en los demás.

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  2. Eso... seguro. Si de lo que hablo es precisamente de eso... de que ni unos ni otros somos capaces.

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  3. Vivimos en una sociedad en la que cuando alguien da algo sin esperar nada a cambio todo el mundo se sorprende (asi va el matrimonio, aunque ultimamente yo vaya a muchos...)
    Si no se consigue que dos personas se pongan de acuerdo, como se hará con toda la sociedad.
    En este mundo de fachada todo el mundo sabe, o cree que sabe y yo cada día creo que cada vez sabemos menos...
    Porque para saber y vivir en plenitud de felicidad, hay que tener claro que es mejor dar que recibir y eso hoy no se destila, y si encima nos quedamos en casa calladitos y no molestamos mejor....
    Hoy tampoco es que tenga un buen día.....

    Animo con el blog

    Tenor.

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  4. supongo que parte del problema viene de considerar al de enfrente "el otro"; como si no tuviese nada en común con uno mismo.
    Lo de los otros me recuerda a lo del "publico" de Larra. Cuanto más abstracto hacemos a "el otro", más nos cuesta confiar en él.

    MG

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