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martes, 20 de septiembre de 2011

Personitas clase A+++


¿Te suena? Es la etiqueta que cada vez llevan más productos, que compramos y que conllevan algún tipo de consumo energético. Hace unos días fui a visitar a mi compañera de trabajo y en su portal me sorprendió ver la etiqueta que calificaba la eficiencia energética de su vivienda. Ya la habrás visto desde hace tiempo en una lavadora, al comprar una bombilla o en el embalaje de la televisión plana.
Y es bastante sencilla de entender; la A+++ y el color verde indican que eso que vamos a comprar ahorra hasta un 55% de energía al usarlo. Mientras que la letra D y el color rojo nos dicen que estamos ante un aparato que no tiene ninguna consideración con los demás y que gasta todo lo que quiere para funcionar. ¡Malvado aparato el de la clase D!
Además, la etiqueta incluye otros parámetros que son interesantes. Te dice, entre otras cosas, cuantos decibelios va a soltar el cacharro en cuanto lo enchufes -si será discreto o gritón- y los kilovatios que se va a tragar la criaturita a lo largo de un año. La verdad es que es una etiqueta la mar de útil.
Así que ahora, dieciséis años después de que se estrenara en algún rincón de esta extraña “Unión” Europea la curiosa pegatinita, la encontramos por doquier para deleitarnos con su gama de colores para decirnos que seamos buenos; que no cojamos de los lineales las cosas que están en rojo porque son caca para nuestro bonito planeta.
Y pensaba, ¡oye! ¿Y si al ministerio de “Trabajo y Sus Consecuencias” o al de “Sanidad y Otras Cosas” se le ocurre que también nosotros tenemos que llevar una tarjeta más; el D.N.E.E. o documento nacional de eficiencia energética. Junto con el D.N.I. o el N.I.E. claro está, y el permiso de conducir y la tarjeta “Idea Family” y la cartilla de donante y la estampa del Perpetuo Socorro.
Porque algo me dice que hay personitas de bajo consumo y personitas como el Simca 1200, que consume más que anda.
Las hay que no reparan en gastos cuando van de acá para allá -que es como dejarse todas las luces encendidas cuando andas por casa-. Las hay que tiran la manzana en cuanto tiene una motita sospechosa o el plátano cuando no esta de un amarillo inmaculado. Hay personitas que se sonrojan ante la idea de tomar el colectivo -tren, metro, autobús- pudiendo hacer el recorrido en Su automóvil, sin sudorosos contactos. Tenemos especímenes que desconocen la utilidad de volver a utilizar cierta ropa la temporada que viene. Hay otras personitas que creen que la piel se cae a trozos si uno no se da una ducha -cuando no un baño- al menos dos veces al día. Y bueno, por supuesto encontramos señoritos que adquieren un flamante todoterreno que al poco tiempo se convierte en un coche con terribles frustraciones porque jamás ha rodado sobre la hierba ni el barro. Aunque la verdad es que estas personitas son, y lo digo en serio, súper ahorradoras. Porque con sus higiénicos hábitos, se ahorran tiempo, molestias y experiencias desagradables.
Pero creo que abundan también las personitas que hacen macedonia con la fruta pachucha o usan su turismo para eso, para hacer turismo. Que zurcen un calcetín porque aunque hoy en día casi no merece la pena, sí les merece la pena no tirar una vez más de la tarjeta y vuelta a empezar, sólo por ahorrar tiempo. Están las que dejan perplejo al operador de la compañía telefónica porque dicen que no necesitan “esa inmejorable oferta”. Quedan personitas que dijeron “¡menuda novedad!” cuando los grandes almacenes empezaron a sugerir que fueras a la compra con tu propia bolsa para no tener que usar una nueva cada vez. Y quedan también de las que se compran una casa -si pueden- no porque sea una inversión sino por la curiosa anécdota de querer vivir en ella y nada más. Claro que estas personitas despilfarran un poquito. Porque con tanto hábito económico, gastan y gastan tanto tiempo, que no hay quien las aguante.
No sé, hay personitas de todas clases así que creo que deberíamos llevar en la billetera o en el bolso una tarjeta súper chula con la gama de colores esa que nos dice si somos como un electrodoméstico de última generación, que gasta lo justo y necesario o si somos como una “loco”-motora de vapor.

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