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viernes, 23 de septiembre de 2011

El coleccionista de atardeceres


"Habrá que demoler barreras,
crear nuevas maneras
y alzar otra verdad.
Desempolvar viejas creencias
que hablaban en esencia
sobre la simplicidad.
Darles a nuestros hijos,
el credo y el hechizo
del alba y el rescoldo
en el hogar.
Y si aún nos queda algo de tiempo,
poner la cara al viento
y aventurarnos a soñar”.
                   -Joan Baptista Humet, Hay que vivir

Y si aún nos queda algo de tiempo contemplar.
Al borde del pueblo que frecuento -que no es mi pueblo, pero ya soy casi suyo- hay un lugar especial para contemplar. Desde allí; desde la parte de atrás de la cocina en la que a veces sudo de tanto cocinar, contemplo a ciertas horas como el sol desaparece. Y tras su desaparición, como pinta, como enciende las puntas de las espigas, como violetea la pradera y los pinos. Con nubes, sin nubes. Con tormenta, con tan solo cielo. Con viento, con calma. El atardecer se puede coleccionar como los cromos. Mirar ese atardecer, hacerlo desde el principio hasta el fin o en un goteo de momentos robados a otro quehacer, es como cuando un niño rasga un nuevo sobre de cromos. Abre los ojos dispuesto a dejarse sorprender por la sorpresa.
Pero un sobre de cromos, se nos pasa con la edad. Es previsible, es pequeño, es corto y cuadrado, es papel con tinta y nada más.
Al atardecer nuestros ojos ponen a prueba nuestra capacidad de distinguir. De contemplar algo que cambia cada segundo pero que sigue un hilo continuo de continua belleza.
Al rasgar cada atardecer el cuerpo se nos llena de infinito que hay que mirar, tocar, oler. Al mirar el detalle de cada atardecer que visitamos entendemos que siempre va a haber más. Que podemos salir por la misma puerta de atrás día tras día, porque siempre habrá un nuevo infinito que contemplar.
Y parece una tontería, una simple pradera más bien yerma, al fondo unos pinos, algún roble y el cielo con algunas nubes rojizas. Pero al volver a entrar se mira de otra forma a lo pequeño y a veces pesado de nuestra vida.
Por eso un día le dije a alguno de mis hermanos “yo colecciono atardeceres”.

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